El uso del
perfume es algo muy personal. Los perfumes, desde su creación, se conciben para
ser usados por un sexo determinado, aunque ha quedado demostrado que son las
mujeres las que más se aventuran a utilizar un perfume con esencias bases
pensadas para el hombre y no al revés.
Cuando un
perfume es creado, se destina comercialmente a un determinado tipo de mujer o
de hombre. Existen personas que siguen esas normas de marketing, se dejan
llevar por ellas identificadas con el modelo que la agencia publicitaria ha
dejado caer. Pero lo normal, y lo afortunado, es que el olfato decida que
fragancia es la que más se ajusta a la personalidad de uno mismo.
Sea como sea,
los estudios realizados indican que las personas que se perfuman tienen un
mejor concepto de sí mismas que las que no lo hacen. Asimismo, estos mismos
estudios revelan que las personas que pretenden destacar socialmente consumen
varios perfumes diferentes, y, en cambio, las personas que quieren pasar
desapercibidas, utilizan siempre el mismo.
Pero usar
siempre el mismo perfume puede resultar muy aburrido, sobre todo teniendo en
cuenta que al cabo de pocos meses el aroma pasa desapercibido totalmente tanto
para el que lo utiliza como para las personas que le rodean. También aburrido
resulta utilizar un perfume que compran miles de personas.
El perfume debería ser algo único, y quizás lo es más gracias a que éste, probado en diferentes pieles, cambia radicalmente. Un perfume que en una persona desaparece a los cinco minutos, en otra puede durar un día entero, dependiendo de la acidez de la piel de cada uno.
El perfume debería ser algo único, y quizás lo es más gracias a que éste, probado en diferentes pieles, cambia radicalmente. Un perfume que en una persona desaparece a los cinco minutos, en otra puede durar un día entero, dependiendo de la acidez de la piel de cada uno.